domingo, 26 de mayo de 2013

La mañana de un domingo...

La mañana de un domingo es como una fotografía, todo se enmarca en el recuerdo de nuestras tradiciones. La resaca, la camisa blanca, el pantalón impecable, el paseo por la plaza, la misa y el aperitivo... De toda la vida. Hablo de mi pueblo.

Cuando tomamos una cámara fotográfica y fotografiamos una imagen que nos gusta, esta queda en la memoria de la cámara, así la mañana de un domingo: somos la vida que queda en nuestra memoria. Sin embargo, al cabo del tiempo, si aparece en un cajón... qué curioso oiga, las fotografías antiguas siempre aparecen en un cajón buscando otra cosa ¿será casualidad o causalidad? Y vuelta a mirar las fotografías y recordar hasta donde nuestra memoria alcanza... Y nos ponemos melancólicos, y sacamos pucheros como los bebes, y nos echamos a llorar de igual manera sean recuerdos tristes o alegres... Siempre acabamos llorando con las viejas fotografías. Si alegres porque los fotografiados vivos, si tristes porque muertos. (Esto no lo sé de fijo. Supongo habrá otras variables).

Ocurre parecido cuando nos encontramos con una amiga que no habíamos visto en mucho tiempo: nos trae del pasado momentos agradables y otros no tanto. Quizás una amiga nada tuvo que ver, pero viene del pasado y es culpable de lo bueno y lo malo... Son imágenes que trae consigo y nos dice quiénes fuimos. Una amiga nos retrata. Y peor, por alguna extraña razón nos da importancia y nos hace más viejos. Nos presta atención y nos deja hablar (a mí una amiga no me deja hablar), sabe todo de nosotros y nosotros apenas de ella. Son momentos sensibles que pueden llorar solos de emoción. Es verla y recordar: "Por los viejos tiempos". Es el brindis que hacemos luego de los besos, los abrazos y el cómo de salud... ¡Camarero, otra copa de vino!. Y vuelta a poner encima de la mesa recuerdos del pasado. Y a llorar hombro con hombro. ¡Qué triste!.

En el fondo alegra ver a una amiga del pasado. La naturaleza de estos encuentros que de cuando en vez ocurren son trascendentales, porque nos transforma con su espíritu, nos enseña de alguna manera a ser sinceros... A una amiga del pasado no la podemos engañar porque sabe todo de nosotros. Sea como fuere, nos sentimos bien a no ser que nuestro pasado sea de pura pena...

Este comentario surge porque alguien dejó sobre la mesa de mi ordenado La Biblia. Sería mi hija Patricia de la escuela o mi esposa de la misa... El caso es que cogí La Biblia, la abrí al azahar, y me salió una página en la que Moisés tenía un encuentro con Dios. Moisés desde el día que lo conoció dejó atrás sus buenos recuerdos y comenzó a vivir La Pasión del Señor. Sin embargo, Mateo, que por aquel entonces trabajaba en Hacienda (traducción literal), no tenia buenos recuerdos. Así, cuando se encontró con el Maestro dejó Hacienda y su vida cambió por completo. Nunca más "pídanle factura al fontanero". Desde el primer día Mateo fue un hombre feliz... Él nos dijo: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados y yo os haré descansar". Y yo digo en la mañana de un domingo de guardar en el recuerdo y enmarcarlo. ¿Qué habré querido decir con una amiga del pasado que aparece?

2 comentarios:

  1. ¿Como saber cuando un amigo se convierte en pasado? Que mas da saberlo con tal que apareciera.

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  2. Más que saber es sentir. Sentirlo cerca es lo que importa. Muchas gracias. Beso.

    Salud.

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