domingo, 12 de mayo de 2013

Entre dos mundos

Hablar de penas aumenta el sufrimiento. Hablo de gente que permanentemente canta miserias por las calles rotas. Son gente que parece no tener alegría de vivir, o solo pretenden hacer daño a quienes les rodean, por lo general gente que les quieres. Son tristes de morir. Yo les daría un título honorifico por ambas caras y se lo colgaría a modo de asas personas anuncio que van por la calle para que nadie se les acercara. Son personas que de un puñado de arena hacen un castillo. Un castillo de arena que a poco que llueva se desparrama. Son personas capaces de transformar un dolor en una pena atroz e insoportable.

Todos tenemos en una parte del cerebro un algo que se estimula cuando sentimos un dolor físico. Se sabe que la percepción del dolor es algo personal. Lo que resulta incomprensible a todas luces es que le damos carta de miseria a las palabras a la hora de expresarnos. Las palabras no se las lleva el viento, por lo que debemos ser conscientes de los pensamientos que las generan... Nuestras palabras son el resultado directo de algún pensamiento, consciente o inconsciente. Vivimos entre dos mundos: el que genera la mente consciente y la inconsciente, complementarlos es asunto nuestro, pero no conviene olvidar que nadie tiene la culpa de que seamos capazes o no de controlar esos mundos. Todo comienza con el pensamiento.

La metafísica enseña a darle fuerza a algo pensando en ello. Entonces, dale fuerte a algo que algo queda... Pero si quieres hacer daño, elige bien, o mejor háztelo a ti mismo y luego piérdete donde nadie te pueda encontrar. Si enfatizar el dolor te hace hace más creíble, estúpido, ¿por qué no pensar que lo tuyo no tiene remedio? Ya es hora de comenzar a asumir responsabilidades, empezando por investigar sobre esos pensamientos negativos que generan nuestras mentes.

Hay dolores físicos y emocionales que pueden llegar a ser difíciles de soportar. No es cuestión de negar la realidad existente, sino de tratar de entrenar la mente para que se perciba como es. La próxima vez que te duela algo, ya sea porque te hayas roto en mil pedazos o porque alguien te haya desarmado el corazón, siente dolor, pero no permitas que domine tu mente. Y siempre, siempre, vive y deja vivir.

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