Un mes de mayo feliz

¿Y si hacemos de este mayo el mejor mes? Me dice una amiga. Vale, le contesto. Los meses son como las personas, son como son. A mí mayo no me cae mal. Pero tengo la agenda llena este mes. No es que sea muy de asuntos inaplazables, pero de cuando en vez tengo obligaciones. Más que nada de salud. Qué sino... Ser pobre y viejo es la mayor de las redundancias en este país. Debiera pedir disculpas por contar miserias personales... Pues lo siento.

Mayo invita a todo. A disfrutar de un nuevo amanecer con café para dos. A recordar una sonrisa, a despertar al amparo de una oración entre sábanas blancas de algodón egipcio. A surcar otros mares en busca de una nueva melodía...

Mayo invita a celebrar la primavera, a escribir sin que medie la razón, a olvidar los prejuicios, incluidos los amores idos. El recuerdo de un país que fue sin patria y sin bandera.

Mayo invita a olvidar las violencias y todas sus consecuencias, a olvidar lo triste que es vivir sin consuelo... ¿De qué sirve manifestarse un miércoles de mayo si nada cambiará? No hay trabajo, pero hay necesidades... Preferiría olvidar que he vivido, que ver pasar a mis hijas lo que yo pasé. Eran otros tiempos, pero no muy distintos a estos. Si hablo de mayo tengo la necesidad de oler la esencia del azahar entre sus manos. Mayo puede ser un mes para volver a confiar en la amistad: nunca más decepciones. A esta hora inconfesable invita a leer las primeras de los periódicos del día. Pero ya no, eso no, que mayo ha de ser el mejor mes. Se lo prometí a una amiga, y no puedo faltar a la palabra. Este mes de mayo no leeré prensa.