Lamentablemente, es condición humana seguir a aquellas personas que, aparentemente, son la salvación o la solución para nuestras dolencias o necesidades. Pero siempre que se crean expectativas demasiado altas en torno a alguien suelen acabar decepcionarnos porque no son satisfechos nuestros deseos, al menos como quisiéramos. Cuando más alto coloquemos el listón más estrepitosa y será la caída. Por eso es tan importante la capacidad de discernir la fantasía de la realidad, qué expectativas son mágicas y cuales reales. Porque somos moldeables por naturaleza y nos dejamos manejar por la ficción. Algunas personas ignoran esto tan elemental y a veces con la cabeza llena de pájaros no ven ni escuchan y crean un mundo paralelo. Son personas buenas pero intermitentes, necesitadas de creer en redentores. Por eso, un comentario, una opinión, una mirada de soslayo tal vez, no debe tomarse como dogma. Aunque creamos que es cosa de brujería porque parece que habla de nosotros, incluso es eficaz y nos hace creer que hemos encontrado un alma gemela si es de amor de lo que hablamos. Eso nos hace feliz, pero ¡cuidado! porque puede ser un arma de doble filo, y no porque alguien pretenda hacernos daño, sino porque el hombre por naturaleza es un ser imitador y la palabra el instrumento que más fácilmente utiliza para cambiar la realidad de las cosas.
Ocurre, está ocurriendo, basta con leer un comentario de alguien que admiramos para cambiar nuestra propia opinión. Y eso no es bueno. Eso es todo lo contrario. Como el bolero: "Payaso, soy un triste payaso, que oculto mi fracaso, con risas y alegría que me llenan de espanto. No puedo soportar más mi careta, y ante el mundo estoy riendo, y dentro de mi pecho mi corazón sufriendo". (Quien se mete a redentor muere crucificado).
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