Si algo me debe ocupar el día de hoy, ha de ser la contemplación de la naturaleza, a pesar de los pesares, porque la naturaleza está en crisis. No somos honrados con ella. La esquilmamos y luego vendrán las lamentaciones. Como el muro aquél. Andar los montes y los bosques, los prados y los sotos, no anima. La naturaleza está imposible, las hazañas son una maldad. En ecología sostenivilidad, en la vida el ciclo, y no peco de exagerado.
En esto, también la palabra cuenta porque tenemos que insistir en la necesidad de proteger el medio habiente apoyados, si por pedir fuera, por los medios de comunicación. Pero ellos van más a lo suyo, que no es siempre lo de todos. No debiéramos celebrar la llegada del nuevo día sin pensar en el estropicio que hacemos al medio habiente: de seguir así, llegará el día que ni veremos amanecer. El origen está en las fortunas de los poderosos. Y mientras no cumplan el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente la batalla está perdida. Pero no por eso debemos desanimarnos, que David venció a Goliat. De lo que se trata es de ponerle precio a la vida, ¿cuánto vale la vida? Pagamos caro las atrocidades que cometemos con el medio habiente, hablo de talar árboles sin control, de construir en barrancos, de variar el cauce de los ríos. Hablo de construir carreteras arrasando con todo lo que se pone al alcance de esas máquinas. Más temprano que tarde pagaremos por ello con la vida. Nosotros o nuestros hijos. El asunto es ése. Y lo es porque el cinismo y la doblez está de moda. Aquí, como los malos cirujanos, operamos bien pero los pacientes se nos mueren. La naturaleza y sus fundamentos.
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