De cuando en vez a uno le apetece hacer memoria y revivir viejas experiencias, pero mal acostumbrado, a vivir solo el presente, quiero decir, no me sale. Y mis seis neuronas no comparten mis inquietudes. Y sin ellas malamente puedo recordar.
De viejo, pudiera, sino cambiar el pasado porque no, sí al menos comprobar lo estúpido que fui o no.
Recuerdo a mis hijas decir que yo siempre fui poco valiente. Para ellas, yo prefería ser cobarde y dejarme salvar de algún conflicto infantil. Claro. Sin embargo, no estaban lejos de la verdad, que después de muertos, muchos nos damos cuenta que podíamos haber sido mejores vivos y valientes.
Defensor de los derechos de los trabajadores por decreto, aún siendo cargo electo, sigo ejerciendo para siempre. Y digo, porque lo he mamado, que no reconozco este país. Qué pena de políticos con las manos vacías de soluciones.
Ahora que los señores dueños de los partidos políticos están de suplentes en el banquillo de la democracia, uno daría lo que no tiene por ser árbitro y sacarles a todos tarjeta roja directa. Y cuando sientan respeto por el pueblo que les da la confianza, entonces veremos... Veremos qué hacemos con ellos.
Porque han pasado y superado nuestra paciencia. Porque así no nos valen ni los queremos. Porque al pueblo se le debe respeto. Hasta que tengamos una clase dirigente honesta y capaz de sentirse orgullosa de representar a su pueblo: Aquí paz y después gloria.
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