jueves, 10 de enero de 2013

Dos cabezas y una decepción

Siempre he tenido la certeza que yo, bien sea por gracia divina o genoma humano, estaba dotado de dos cabezas (no confundir con Cerbero, el perro de Hades que tenía tres). Una tiene cerebro y la utilizo para sentir, pensar, reflexionar, expresarme... incluso para escribir a mi manera con los humildes en el corazón. Y la otra, que no tiene cerebro y es bastante más voluminosa, la utilizo para otras funciones y usos tan placenteros como innombrables. Curiosamente, por congénita carencia o simple falta de uso racional se me atrofió el cerebro que utilizo para pensar, viéndome en la necesidad de apelar a un intensivo uso del otro. De ahí las consecuencias de mi atrofia cerebral involutiva, casi siempre ligada a una extrema debilidad en el pensamiento emocional, generando una importante merma sensitiva, también una incontinencia oral sin restricciones de la que, lamentablemente, no tengo constancia de correr peligro de extinción. De ahí el resultado de muchas de mis malolientes paradojas. Pero hoy, a primera hora del día, y obviando mi carencia mental, intentaba recordar con una amiga un pasaje concreto de mi vida, pretendía construir de la manera más simple una fórmula para recuperar un compromiso que es más un sentimiento de amor para mí, pero ante la falta del cerebro emocional tuve que desistir... "que pases un buen día", me dijo. Otra decepción en mi vida. Y sin más arranqué la página donde ella representaba un pedacito de mí en mi libro de vida. A mi edad ya no paso hoja, las arranco. Doy por sentado, y lo defendería ante un tribunal de justicia, que el amor y el desamor son sentimientos que experimentan las personas hacia otras en determinadas circunstancias o determinados escenarios. Y por lo general una quiere y la otra se deja querer... (Yo también te digo que pases un buen día. Y que seas feliz).

El Botánico de Benedetti era un mausoleo de amores bienvenidos y desamores malditos, en cambio, el mío es un remanso de triste belleza, pero sin sentimientos al atardecer. Mi botánico solo tiene del poeta Mario Benedetti la tristeza que cualquiera puede hallar en sus atardeceres, porque no puede sentir amor en un cerebro con funciones tan distantes como pensar y defecar. ¿Adónde me llevará un cerebro así? Si acaso tuviera un cerebro pensante, buscaría un remanso de paz para leer una vez más al poeta de la vida y el amor: "Te quiero/ hace mucho era niño/ hace mucho y qué importa/ el azar era simple/ como entrar en tus ojos".

2 comentarios:

  1. Feia temps que no accedia a "de soslayo" -abans "dona"- i veig que la paraula feta imatge mental i afectiva, es manté intacta en les creacions de l'autor. I recordant allò atribuït a Díaz de Vivar..."que buen vasallo si oviere buen señor..." caldria actualitzar-ho en: "qué buen poeta si huviere buen lector/a"...
    Moltes felicitats.
    Marc

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  2. Moltes gràcia, Marc. Et vaig recordar fa uns dies a "de reüll" -abans "dona"-. M'alegra saber de tu. Feliç any.

    Salut

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