Dame un suspiro sin nervios encendidos;
dame tus besos desatados de pasión,
dame hambre,
dame carne...
Para nosotros la noche entera y nada de mañana:
solo tú y mi sentimiento de deseo naufragando en tu mar.
Cuando te presiento cerca,
mis manos y tu boca
puedan navegar húmedas por ese mar
oculto en las profundidades sin saber de brumas,
de marejadas y tempestades.
Navegando se rompió la tarde,
la secreta nostalgia de una confesión
con la complicidad de las palabras:
Palabras a media voz.
Y después como siempre:
¿Cómo estás?
¿Recuerdas cuando no sabíamos quién éramos?
Ahora tu ausencia aletargada se instala en el pasado
y se revela contra mí en el presente.
¿Cómo recuperar la esencia de aquellos momentos para cambiarlos?
A veces me acostumbro a tu ausencia y me olvido quién eres,
y salgo de mí solo en tu busca y a mí regreso sin ti.
Nada entiendo,
¿acaso esto quiere decir que ya no volveré a verte?
No escapo de mi presencia ni de la tuya
y me encierro en el silencio con tu recuerdo,
me absorbo y me enveneno de ti
reduciendo cada vez más las palabras y los pensamientos,
y todo a una hora absurda,
diferida de un minuto y crecida de infinito,
para poder,
tal vez,
retenerte en mi mente.
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