"Abrigamos la esperanza de que las personas que queremos nunca van a morir, pero cuando acontece su muerte, nos sentimos increíblemente sorprendidos y sacudidos porque eran parte fundamental en nuestra vida, y tenemos la ácida sensación de que con ellos se va parte de nuestro ser, de nuestra propia vida. O simplemente no lo aceptamos".
¿Cómo resignarme a perder para siempre a un padre bueno, al tiempo y la distancia que apenas me dejan añorar el brillo que siempre hubo en sus enormes ojos, ni su imposible abrazo, ni su sonrisa franca? ¿Por qué no puedo, como cualquier hija con experiencia, agradecerle a la niña que llevo dentro ese timón maestro que a golpes de cariño me ha rescatado de todos los naufragios? ¿Por qué no le hablo? ¿Por qué no le evoco? Ya no lo encuentro en la calle emborronando las tardes. Su porte de hombre guapo, su dulzura comprensiva y cariñosa, sus besos de urgencia al acostarme, su complicidad con todo lo mío, sus atinados consejos. La enfermedad lo apartó de mí, pero aún huele la casa a él, a tomillo, a Agua Brava. ¿Por qué, papá, por qué? ¿Por qué esta condena de ver a mi madre cada día y a ti no? ¿A quién debo reclamar que solo me interesabas tú, que solo a ti quería, solo a ti? ¿Por qué no pudo ser de otra manera? ¿Por qué no estás a mi lado ahora que tanto te necesito? Nunca me faltaron tus caricias de buen padre, tus abrazos sellados por el rey mago, tus besos protectores cuando me suponías desventuras y me augurabas fracasos, y sin embargo, solo hoy papá, en el aniversario de tu muerte, oigo tu voz después de tantos años... Y te siento tan cerca, y siento tan viva tu palabra, y tu mirada tan fresca... Hoy he llorado por ti, hoy mis ojos se han convertido en lágrimas del cielo por ti. Hasta hoy no lo había hecho, hasta hoy no te había perdonado. Hasta hoy no me he dado cuenta de que solo puedo tenerte en el recuerdo. Por eso hoy te lloro, papá, por eso hoy te estoy llorando. Y por más que por tu ausencia llore, por más lágrimas, tu recuerdo permanecerá vivo en mí hasta el último suspiro de mi vida, como el pan que me alimenta, como el aire y como el sol, como el amor que me diste: te lo prometo papá, y cuando al menos, aquí está "tu chica", aquí estará siempre para recordarte en silencio... en silencio papá, ¿recuerdas? siempre en silencio, ya sabes como es "tu chica", como sigue siendo, todo en silencio, sin sobresaltos ni desvelos de inseguridad, sin reproches.
¡Qué imposible ser como tú!.
Nacer padre para nunca dejar de serlo,
vivir en mí para nunca morir,
luchar por mí más allá de la muerte.
Ser como tú es imposible,
pero algo tengo que ser...
y lo tengo que ser por mi hijo que es tu nieto,
por él tengo que ser...
y aprender a vivir sin ti,
y no guardarte rencor.
Te quiero, papá.
Un jueves 24 de enero, de soslayo, dedica este día a la angustia de la razón y a sus verdades incontestables.
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