sábado, 30 de mayo de 2015

¡Amigos a mí!.

Una amiga me dice que si escribo de amor, ay, y yo digo que es sábado y me canta el oído que no oye como los Niños Cantores de Viena... Si no oigo por qué me canta el oído, digo cantar, pero es un ruido espantoso, como si cantaran el Bunbury y el Sabina a dúo. 

Mi esposa me está hablando de ir a cenar al bar... la miro de soslayo como queriendo decir lo que no me atrevo... si no es a la avenida con los amigos del año pasado conmigo que no cuente... Hoy no tengo los humildes en el corazón. Las cosas claras, aunque he de confesar que ya se ha ido... Ojalá no para siempre, como los amigos de cenar en la avenida el año pasado...

Si el ruido de mi oído como una persiana se pudiera enrollar y tirar a un mar con una piedra y adiós muy buenas... pero no. Ni el ruido ni el amor ni la distancia ni el silencio, nada que es diferente se puede enrollar y tirar a un mar profundo. Nuestra conducta siempre condicionada a la luz de los demás y no a la nuestra. El fulgor de los sueños que contagian de poesía nuestra vida... No, eso no.. no. Eso no.

No quiero ir a cenar a ningún sitio que no sea la avenida... y con los amigos de antes... Qué no daría porque los amigos de antes lo siguieran siendo... ¡Joder, dona, de ser reflexivo antes de reactivo estoy harto. Un paisano es un paisano. Y yo soy de los de antes. Un paisano de verdad. No digo que no llueva sino que no pienso coger el paraguas... ¡Amigos a mí!. Y que vengan las amigas.

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