De quien se presta a interpretaciones opuestas y luego lo niega creo que es el epicentro de su autodestrucción. Por ser musa de la poesía la sigo de cerca y no ha cambiado en años. O sacude la moralidad que ella misma genera o acabaré perdiendo su inspiración. Ella es mi inspiración, lo sabe y no hace nada para evitar que a veces escriba con escenarios de muerte y dolor.
Lo bueno que aún la vislumbro tenue de cuando en vez por mi calle y la periferia de la suya. Quiero decir que estamos en contacto. Para ir por la vida siempre tuvo al menos dos opciones y siempre eligió la prudencia. Es predecible. Es de esas personas que pudiendo son incapaces de cambiar la historia. Sin embargo, lleva inyectada en vena la poesía más atrevida. Solo yo lo sé. Y su diosito.
Lo que no se le puede negar es que por donde quiera que va siembra vida sana, se diría que es santa poesía más que musa, y su colindancia recoge su fruto sin una pizca de agradecimiento. A su conveniencia. Sin querer o queriendo la están perjudicando. Le sonríen, le dicen estupenda, la animan a que siga sembrando vida sana y se aprovechan de ella sin considerar que musa o santa poesía, por amor da la vida.
Ella que ha vivido tanta miseria moral, social: dolor emocional; para ella que la esperanza simplemente es nombre de mujer, no merece agravio. Ella, para ella, la mujer del véspero, la musa del alba o la santa poesía, ha de saber que aún hay caminos que confluyen en un mismo paraíso y que el amor, lo diga quien lo diga, es invento humano.
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