martes, 5 de mayo de 2015

Mi suegra como Rajoy.

Abro un libro al azahar y aparece mi suegra... Mi suegra no es importante, pero tiene el don de la ubicuidad. Que no es poco. Por menos, en otros tiempos y otro lugar, por el solo hecho de estar en todas partes, de permanecer en continuo movimiento y tener siempre algo que decir era suficiente para que yo, en plan cínico le soltara un par de frescas y me fuera con la música a otra parte. No era para menos. Supongo que ahora, al cabo de los años, por más que siga siendo igual o parecida... me es indiferente. No es capaz de alterar mis sentidos. El peor de los desprecios es la indiferencia. Estaba en todas partes, y peor aún, siempre tenía la razón de su parte. Eso es muy cansino. Así Rajoy: "todo es mentira menos algunas cosas que dicen ustedes que son verdad". Si los azotara en la balanza de la credibilidad no se movería la aguja.

Rajoy y mi suegra van de la mano, lo que por supuesto no les exonera de culpa. El don de la ubicuidad no es humilde -basta echarles una mirada por separado y comprobar que si le quitamos la barba a Rajoy, en el bigote y todo lo demás son tal para cual-, pero es soberbio. Sin embargo, a pesar de tener el don de la ubicuidad, uno utiliza el plasma en las ruedas de prensa y la otra descuida el número de teléfono de su hija cuando le detectan un cáncer... De la estación y un tren o el aeropuerto y un avión ni hablo. Mejor un poco de humanidad que un don sobrenatural. Con todo mi esposa la felicitó en el Día de la Madre. (De ser falso, habría sido publicada en la primera de algún diario).

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