Era un incomprendido y desde hace tiempo tenía en mente comprenderse solo, así que optó por tirarse al monte: prefirió vivir en privado que en sociedad.
Compartiendo su vida con la soledad confiaba encontrar la paz que tanto anhelaba. Y con la naturaleza, más leal y desinteresada que sus semejantes.
Pero le ocurrían cosas demasiado extrañas, y su preocupación se acrecentó cuando la secreción cerebral que le debiera permitir diferenciar su refugio de su burro de pronto dejó de fluir y pasó miedo, mucho miedo, y creyó que se había desbaratado. Una verdadera tragedia. Hasta qué punto el desánimo que lo llevó a consultar un libro de dudas y decisiones con un fatal desenlace, pues al cogerlo le cayó de las manos y solo pudo aprovechar el polvo que produjo al caer: nada que le sirviera para aclarar sus dudas.
Ahora, en días claros, y no siempre, es capaz de encontrar la diferencia que existe entre su refugio y su burro, al fin se ha dado cuenta: una tiene tejado y otro no. Su futuro está claramente definido por las circunstancias, no le queda otra posibilidad que cabalgar sobre el tejado de su refugio y vivir en el lomo de su burro.
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