sábado, 27 de septiembre de 2014

Como todas (confesiones).

Como todas, no soy lo que parezco.

Vivo en un pueblo pequeño: Les Seniaes, cerca del Mar y soy feliz. Que no es poco. Expreso mis ideas de pata de banco sin importarme el alcance de las mismas. Sin prejuicios emitidos, sin odios ni miserias que arrastran al humano ser al abismo, anhelo toda la suerte y el bienestar que, en un descuido (las culpas de España no son sino de los votantes) el PP nos cambió por migajas de pan. Mi indignación en este asunto es indescriptible.

No soy de esas que creen en el poder hegemónico de las naciones poderosas que representan la ideología y la línea política a seguir siempre cercana a sus intereses. Soy ferviente admirador del Sabina entre otras. También me gusta sin aspavientos el Papa Francisco por denunciar y encarcelar por pederasta a uno de sus correligionarios. Y de toda la vida soy republicano.

Soy amigo de alguna, y sobre todo de Eugenio, que su amistad no la cambiaría por las claves de las tarjetas A+B del mismísimo presidente del banco mundial.

Soy más por lo que me dan que por lo que doy. Soy la noticia que acompaña cada mañana un verso. Los ojos cristalinos que contemplan el interior del alma y que no entiende por qué una catarata de intranquilidad empaña mi mente frágil y se va sin haberse ido. De momento regresa, pero no sé... y eso que para la edad que tengo me ve bien, dice la Dama que no me deja ir, o que no deja que me quede, aunque ni ella ni yo lo podemos evitar. En fin, soy un adiós sin Dios. Un Quizá ya ocurrió. Un imprevisto. O el delirio que llega hasta la indefensa levedad del ser.

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