lunes, 22 de septiembre de 2014

Los poderosos.

Si sabemos que en cualquier circunstancia no hay nada tan importante como el amor, por qué lo negamos. Hablo de humanidad. Da miedo ver cómo la sangre humana es derramada sin remordimientos. No hay distinciones. Un ciudadano muere a manos de otro por unos intereses espurios. Y siempre lo justificamos. La muerte ha instalado su negocio en nuestra sociedad y parece que se queda por rentable. Nadie está seguro en tanto nos gobiernen políticas donde solo priman los intereses económicos.

En tiempos del Imperio Romano, cuando un individuo mataba a otro los jueces ordenaban que satisficiera el delito con su propia vida y después atasen su cadáver con cadenas mientras se descomponía ante las miradas enjuiciadoras de la gente.

La muerte estará desatada en nuestra sociedad mientras no se dispongan leyes que neutralicen los asesinatos en serie que promueven las grandes potencias con sus guerras preventivas.

Siempre digo que es muy difícil argumentar contra el amor. Y contra los poderosos y el dinero que los mueve. El buen gobierno debe ejercerse al margen de intereses económicos, y siempre a favor del pueblo, con habilidad, como se roba un beso (o se deja robar) frente a un mar.

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