El otoño ha llegado y con él muchas personas echan la vista atrás. Con los naranjos cargados, el color naranja de los atardeceres nos atesta de melancolía, y con ella el deseo de regresar. El otoño es tiempo de soltar amarras y dejarse ir; desprendernos de lo que nos impide avanzar y confiar en que todo se renueva e irá para mejor.
Habitualmente, si estamos alegres o de buen humor estamos “vivos”, y si estamos tristes o melancólicos (sin que nada lo justifique) estamos “muertos”. (No perturbes el hoy obsesionándote con el ayer, genio). La felicidad es el estado de ánimo natural de quien está consciente. La sintonía con la mente es el camino para despertar a la vida. Cuando anhelamos algo o a alguien estamos con el ánimo depresivo. Sí. Urge, entonces, crear otra realidad en vez de empeñarnos en querer lo que necesitamos y tal vez no esté a nuestro alcance. La física cuántica ha demostrado que la realidad que vivimos es una creación humana, son nuestros sueños. La felicidad nos llega al apreciar y agradecer todo lo que vivimos tal como es. Le debemos agradecimiento a la vida y al amor. Cuando estamos conectados a la vida a través del amor nada nos falta. Nuestras necesidades están satisfechas, aunque la vida como el amor tienen sus riesgos merecen la pena. Siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario