Cómo duele el amor que eterniza el tiempo

La historia, por eso de que es vieja no me gusta; a mí me gusta más lo joven: las jóvenes. Aclaro que las jóvenes me gustan por su alegría y su optimismo. Para ver una vieja que merezca la pena, sino es en el manicomio en ningún sitio. Las jóvenes enseñan felicidad. Sin lugar a dudas prefiero lo actual a lo de antes. Lo joven a lo viejo. Y yo no soy la excepción de ninguna regla, que si fuera más triste estaría en el museo de cera. Tengo dicho por ahí que yo antes no era así, y no digo en edad infantil que era bendito, sino ya en los años de juventud. Yo antes era muy alegre. Es la vida y las malas compañías que me agriaron el carácter. Eran tiempos del cuplé. Y eso que los tiempos de ahora, por cierto, acabo de oír a la vicepresidenta decir que las pensiones perderán el poder adquisitivo. Ella hablaba de pensiones como si fueran un producto financiero más, ¿no sabrá que detrás de una pensión hay un pensionista? Digo uno, pero suelen haber más, dos o tres... o vaya usted a saber. ¡Hay que joderse!. Igual es mucho decir, pero si hoy fuera ayer, fijo que sería tan triste como ahora. Ayer viejo y hoy joven. ¿Qué digo? ¿Ayer viejo y hoy joven? ¿Ayer triste y hoy alegre? Qué estupidez, eso es imposible. Estaría bien pero es imposible. Pero que si fuera verdad que los viejos fuéramos para jóvenes y los jóvenes para viejos... Ay. No, los jóvenes van para viejos y los viejos nos morimos: es ley de vida. Pues esto es algo que merece la pena pensar en profundidad. Reflexionar tranquilo. Que no sea por no darle tiempo. Sin duda echo de menos mi juventud... Y cómo duele. Cualquier excusa me vale para darle vuelta a la tortilla. Esto me lleva a ninguna parte. Como mucho a recordar el ondear de tu pelo negro azabache al viento y dejarme matar al morir el sol y asomar la luna sonriendo por detrás de la montaña. Cómo duele tu ausencia. Cómo duele tu recuerdo. Cómo duele el amor que eterniza el tiempo.