La impunidad

Si tuviera que elegir uno de los peores males que aqueja nuestra sociedad elegiría la impunidad para que no se pueda convertir el olvido en delirios. La impunidad insensible ante una sociedad que camina sobre la cuerda floja entre la miseria y el desamparo mirando de soslayo un horizonte que presagia tormentas. Mientras los dueños de los partidos políticos, impertérritos, se reconcilian y concilian la manera de perpetuarse en el poder. Inevitablemente como la muerte, siguen como buitres alimentándose de la carroña institucional, del clientelismo y la desvergüenza. Y todo pasa por la impunidad. Nadie se entera de lo que hacen. A nosotros nos toca confiar en ellos, y lo hacemos cada cuatro años. Y mientras, ellos a ver quién gana más sin que se sepa. Y cuando se sabe, entonces no es delito porque les tocó la lotería. Tienen suerte, y todo gracias a la impunidad que les protege.
 

A veces, como los narcotraficantes, sus propios "colegas" de fechorías entregan a alguno a la policía, lo delatan para despistar, y así seguir traficando. Donde no hay vergüenza no hay miedo. Y se cubren las espaldas, aunque hacienda les pueda entregar a la justicia sin miedo y ni sanción, con el convencimiento de que delinquir sale barato. Sin embargo, algún día la sociedad les exigirá responsabilidades. Nos estamos acercando a una zona peligrosa en la que el ciudadano, no le quedará más que matar o morir. Matar o morir, es el título de una película que vi ayer, que nadie tema, además la impunidad es más vieja que los tiempos. La película trata de la justicia a distancia, y de la impunidad del poder.
 

¡Que la sociedad no renuncie a su sacrosanto papel fiscalizador!. Pero hay que ser objetivos, en nuestro país son abrumadores los trofeos de la impunidad a base de cuentas sin saldar y de tú más. Cada uno que se lave su rota sucia: todo queda suspendido en el orden de la palabra y no de la existencia. Pero el problema sigue siendo el mismo. Los que mandan, los que deciden, los que pisan, los que pegan, los que meten la mano, los que hieren. Los que nombran los jueces. Los que no toman por estúpidos. El pueblo es excluido de su condición de ciudadano y está decidido a matar o morir: es lo único para lo que sí hay una respuesta, desde luego contraria a derecho, incluso adversa de cárcel o muerte. Es absurdo, porque ese mensaje no les llega. El único mensaje que les llega es que en este país no se puede ser pobre. ¿Sí? Pues salgamos todos de la pobreza y seremos impunes. Nuestra justicia tiene grandes logros, pero también tiene grandes desvergüenzas y grandes intereses. ("...y Caronte de nuevo ha llenado su barca de inocentes...").