Vivimos en permanente conflicto con lo inesperado
independientemente del nivel de información y conocimiento que
caracteriza nuestra época. Somos vulnerables, pero en nuestra
luz interior disponemos de un recurso infalible para contrarrestar el
incierto existir: La reflexión.
La reflexión es aplicable a la cotidianidad del presente: es una guerra sin
fin por la felicidad. Nuestro conocimiento de las cosas y sus
circunstancias han aumentado pero no por ello ha disminuido nuestra
incertidumbre, sino que, por el contrario, se ha intensificado. Según mi experiencia
de creador de opiniones tendenciosas, he intentando ser agudo e inquisidor, procurando descartar
noticias convencionales funestas y tristes de morir; la verdad no siempre
interesa, mucho mejor mentiras alegres: la verdad reflexiva tampoco interesa si lleva aparejada la realidad que vivimos sin fe ni esperanza. La reflexión sana ha de llevar como
premisa devolver la ilusión en el absurdo transcurrir de
lo cotidiano.
Con frecuencia me
enseño de autores connotados que abordan temas de
carácter variado, incluyendo hipótesis sin posibilidad de
comprobación, y me cuido mucho de emitir criterios totalmente
absolutista. Los personas que escriben tratan de dejar un pequeño
margen de error conceptual o interpretativo en todo cuanto plantean,
por sólido que sea su origen, o construcción fidedigna que tengan al
respecto, permitiendo así el acceso a las probables concepciones
de opinión del lector más exigente. Además, es demasiado pensar y
no merece la pena: hay demasiados políticos y curas
generadores de opinión interesada.
La mente humana debe llevarse por caminos inciertos (sin negar ni afirmar), en términos de
aprehensión de la verdad, más que nada por nuestras
limitaciones. La adopción de criterios ajenos, por útiles que nos
parezcan, suelen tener resultados ya alcanzados en torno a las cosas investigadas y contrastadas. Así perdemos la capacidad de
reflexionar y de tener opinión propia. Mejor
equivocarse uno mismo, a que te den una verdad incontestable. Tanto caso hemos hecho a todo el
mundo y de qué nos sirve... podría citar verdades incontestables de políticos y usureros que
nos llevaron a la ruina económica y mental: la ruina
económica conlleva de facto la ruina mental aparejada... A no ser que seas
estafador profesional, lo uno lleva a otro. Ahora que nos quitaron hasta el aire que respiramos,
esperanzas incluidas; ahora que somos pobres de solemnidad, quizá debiéramos contratar estafadores profesionales
para pagarles con la misma falsa moneda a esos fulanos. Nos están
haciendo demasiado daño y ya el psique no aguanta más.
A mis humildes (falsa humildad) entenderas, máxime
cuando el daño proviene de profesionales que se suponen arduos
estudiosos del comportamiento humano y sus contradicciones con
características que tantas veces no tienen explicación, debiéramos
creer exclusivamente en lo que vemos. O en escritores de talento. Ni
políticos, banqueros, religiosos, psiquiatras, y mucho menos en un contexto para el
sostenimiento existencial. Es más, y lo digo sin empacho, si mis opiniones
días atrás, tuvieron un atisbo de certeza, estaría demandando una reparación. Porque yo también soy persona
sensible y el tiempo no me ha encallecido el alma. (Que realmente sea
un viernes de fiar y las noticias sean excelentes para todos y todas, y en especial para ti, mi amiga, que la vida ha quitado su antifaz y no es tal como la imaginaste. Ánimo, y que la María te acompañe).
La Maria acompaña pero ¡Ah jijos hoy se escondió!
ResponderEliminarLa María también tiene sus descuidos. No es Dios. Pero no se esconde ni es cobarde, y sabe rectificar a tiempo. Muchas gracias. Beso.
ResponderEliminarsalud.
Ojalá fuera Dios.
ResponderEliminarSi Dios fuera mujer nosotras sufriríamos menos je.
Beso