Un emilio en Les Seniaes

Ayer, paseando por Les Seniaes, recordando mis paseos con dona (aceptare con resignación esta suerte arbitraria), de repente me llegó un emilio. ¡Milagro!. Yo no soy de recibir muchos emilios, pero llegó. Lo abrí y era una dirección desconocida. Desconocida tenía que ser porque no tengo contactos. Entonces pensé que era una confusión de otro mundo... En alguna de mis ausencias, quizá mantuve una relación con alguna amiga... Cuando me ausento de este mundo nada recuerdo. ¡Maldita mi mente absurda!.
  

El emilio decía muchas cosas, pero nada comprendía. En Les Seniaes solo estoy para dona. Pero algo me llamó la atención: explicaba comportamientos y justificaba acciones. Desde luego el correo no era para mí.
  

El emilio me recordó lo relativo que es todo en la vida. Lo que para una persona puede no valer nada, para otra puede valer todo. Pienso que en entender estas diferencias y en respetar las opiniones de cada cual, aún cuando no estemos de acuerdo con ellas, estriba el quid de la convivencia. Este ejemplo lo debiéramos llevar a nuestras relaciones interpersonales. Damos afectos esperando que nos sean recompensados y no. No nos damos cuenta de que, al esperar que otros nos devuelvan lo que damos, abrimos la puerta a la decepción y al dolor. Es injusto no poder esperar lo mismo de los demás. Sin embargo, pudiera ser que alguien, aún apreciándonos, no pueda darnos más... De la misma forma que una persona te está dando lo que más vale para ella, lo máximo, y tú no te enteras... Si alguien te da, al menos devuélvele una sonrisa de soslayo. La vida se ve diferente si se mira de soslayo.
  

Piensa en esto cada vez que sientas que otros son injustos contigo porque no dan lo que tú esperas. Ellos pueden estar dándote todo lo que tienen... Es más, te dan todo lo que tienen. ¿Qué pasa contigo, imperecedero recuerdo, qué no entiendes?