La muerte y esa mujer

Sabía que era una alucinación de mi mente absurda pero insistí:

 

Si consideramos todas las posibilidades,
de tus ojos la mirada,
de tu mirada otras noches,
de otras noches tu fruto,
de tu fruto tu vientre,
de tu vientre mi mano,
y de mi mano tu fuego,
temo que me destruyas un día.

 
Divina locura de amor,
¿por qué me hablas de adiós?

  

Mejor no considerar nada
para que Dios
no me encuentre dormido.

 

Eres elegía,
resumes mis días:
¿lamentas mi muerte?