Como si estuviésemos amenazados por las fuerzas del mal, la vecina chistosa en mi pueblo tiene poder de trasformación. Controla al pueblo. Es más que el alcalde. Es el bien y el mal.
El asunto empezó sin ninguna intención. Eran dos amigas y estaban en una mesa cerca de la barra del bar donde yo tomaba café. Y al otro lado, desgraciadamente, estaba la vecina chismosa. El caso es que una a la otra le decía cosas del trabajo, que era llevadero y que tenía dos compañeras rubias. Solo una estaba casada.
-Yo del trabajo te vi salir con una que estaba muy bien.
-Era la rubia soltera.
-Pues es realmente guapa, ¿sabes qué edad tiene?
-Cuarenta años más o menos...
-Muy buena edad...
-Y muy buen cuerpo...
Estaba tan atento a la conversación que no me di cuenta que la vecina chismosa se había ido y que los lunes hay mercado en mi pueblo. (Cualquier comentario en este momento sobra por innecesario al ser innerente a la condición de chismosa de mi vecina).
Yo quisiera tener una amiga chismosa para que le fuera con el chisme a mi vecino el asesino de que no lo queremos aquí, pero mis vecinas son tan modositas y prudentes que... ¡Hey si hay una vecina chismosa! ¿Como fui a olvidarlo? ¡Doña Diabólica es esa vecina! Lo malo que también le diría el pecado y el pecador al vecino y correría peligro ((yo) de que alguno de los dos me conviertan en sapo y tu perderías a la mejor amiga que has tenido en todos los tiempos.
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