Hace un viento que pela. Es el viento de la desventura que lleva la noche flotando hacia otros mares, el alienante desafío de la intransigencia influyente, la insensatez que nunca me devolverá la cordura. Seguiré hurgando en el barrizal del absurdo. El llevarse bien está más allá del vocinglería que provoca el espanto, de la gresca y la verborragia de los enamorados de la vida simpática.
¡Joder, dona, esta ventana y el viento me agobian!. Pensar en lo mismo todo el día, seguir rebuscando entre las hendijas de la reflexión, entre el valor las virtudes sin abdicar ante la dispersión de los sentidos: la verdad. El valor de la verdad. La verdad más allá de lo simple, la que da sentido a la existencia. Las ocurrencias son frágiles.
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