Llorar no quiero

Recuerdo cuando era niño que mis padres me decían que si llorando se resolvieran los problemas santo remedio. Entonces, sería cuestión de llorar. Es verdad. La ocurrencia, es que si lo trasladáramos a los tiempos actuales esto sería un valle de lágrimas. Cada día hay más desánimo por las calles. Más tristezas y más penas. Dan ganas de llorar pero de impotencia. Esto un drama, y ahora, sale uno de esos especuladores por la tele y dice que ojalá llegue pronto la recesión. Quien aún no haya llorado ahora tiene un motivo más. Que esta puede ser la gota que colme el baso. Yo, quizá por convicción pocas veces son las que lloré. Quizá me tenga que remontar a muy atrás en el tiempo. Lo cierto es que no recuerdo haber llorado. Aunque no descarto la ocasión. Y lo peor, llorar aferrado a una esperanza que no llega. Uno, y dadas las circunstancias, le gustaría que el 20N cambiara el gobierno para bien, que todo apunta que cambiará, pero no está claro si para bien. Aunque peor que los que están será difícil que lo hagan los que vengan. Mariano Rajoy debiera decir. Pero decir para un gallego es difícil. Le cuesta, es comprometerse, y eso no va con su carácter. Que si dice que sube las pensiones y luego resulta que le entra pereza... Y más recortes en la sanidad. Y más escuelas sin maestros. (Estado del bienestar). No sé, igual debiera buscar en la fe la esperanza que la clase dirigente de este país me niega... Tengo un amigo que después de acabar un comentario o una frase dice, y tengo razón. Pues yo igual, y tengo razón. Pero llorar no quiero. Aunque si supiera que llorando se resolvieran los problemas de este país... Mejor minimizar las razones, la queja diaria, e insistir en otras posibilidades, olvidar lo que no puede ser porque no, y juntos hacer lo posible por salir de este sinvivir. (He dicho juntos).