No soy persona de mal entender. Pero a veces, alguien me debiera explicar con un verso fácil. Algunos piensan que esta vida de ahora permanecerá por los siglos de los siglos y no. El tiempo hará justicia, de lo contrario sería un espanto. Pero es cierto, los valores humanos están en paradero desconocido en estos tiempos de penurias. Vivimos la era del despego en una sociedad que cada día sabe menos de afectividad. Somos una ruina de sentimientos incapaces de penetrar en el corazón de el/la colindante. A no ser con cirugía, cada vez se nos hace más difícil echar a correr por nuestras venas sentimientos del corazón. Hablo con supuestas palabras de mi psiquiatra, palabras de doble sentido incapaz de comprenderlas. No sé lo que quiere decir. Y así nos pasamos cercano a la hora. Otra, a los demás los despacha en un cuarto de hora y a mí me tiene una hora dale que dale contándome sus penas. Sé más de ella que de mi esposa. Porque sabe lo que la odio sino, pensaría que pretende algo de mí al margen de la relación estrictamente profesional. ¡Qué mujer!. Ocurre que lleva demasiado tiempo conmigo, ella y mi psique, quiero decir. La relación psiquiatra paciente debería, como en las empresas, tener una cláusula de movilidad geográfica. Qué va a sacar de mis adentros si no estoy seguro de tenerlos... Qué pretende cambiar de mi conducta que ni carné de conducir tengo... Qué, si lo que quiere de mí no se lo voy a dar... Si la afectividad es la antesala del amor, cuya fuerza de penetración impregna las diversas áreas del interior del humano ser, ella, mi psiquiatra, que la odio a morir, jamás logrará alcanzar sus propósitos. Ya puede hacer las maletas si estoy en lo cierto. Mi vida son mis impulsos a veces desbocados. Lo digo en serio, mis códigos de conducta están extraviados o en vía de extinción. Tal que la pobreza y la enfermedad que aniquila este país, mi vida en los años altos (“el amor no tiene edad, siempre está naciendo". Pascal), arrastrada por el poder de la seducción, me ha desorientado y sin saber hacia dónde tenía que haber ido para no encontrarte he llegado hasta ti... Y sin saber por qué, naufragado en tu mirada, soy tu horizonte perdido. (Cuida tú mi credibilidad).
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