sábado, 10 de septiembre de 2011

A un niño

Uno no alcanza a comprender del todo a la naturaleza, pero se maravilla con ella. Y también se inquieta, se agobia, se espanta veces, y, por supuesto, se conmueve.

La aparición de lo terrible como noticia inesperada nos vuelve débiles.

Humano ser hasta las entrañas. (Ni la poesía sabría qué decir).

La página por escribir hablará de un poema acerca de un sueño que, con la tierra oportuna, huérfano, intimará con la muerte de manera inesperada. Una tragedia avivará la memoria inocente para siempre.

Para estimular la vigilia es necesario despertar la sabiduría y remover con esmero los recovecos inéditos del intelecto. El dolor de alma. La mirada de un niño que dejó de ser frente a una realidad cruel. Entonces aparece la magia y el embeleso. Una mano conocida le acaricia y le salva de la fría intemperie: se siente capaz de soñar una fuga. Un niño quiere emprender la búsqueda de los por qué y el amor; quiere vivir los afanes que supone la construcción innegociable de una vida ataviada con ilusiones sin concretar en un mundo poco convincente.

Con la vida por vivir tiene que saltarse los juegos infantiles y todo lo demás. La muerte no sabe. La vida no da tregua ni se emociona ante un niño por nacer. "Así suceden las cosas cuando pasan", que diría Woody Allen. Así la vida... así la muerte, que diría cualquiera. Un día el alba te renueva una esperanza y otro, te hiere la fe y el porvenir. El porvenir... qué porvenir... La existencia nos pone a prueba, pero no es necesario probar de qué pasta está hecho un niño antes de nacer.

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