miércoles, 14 de septiembre de 2011

La memoria

Ahora que comienzan las ausencias y es menor el camino por recorrer que el recorrido. Ahora que conocemos tanto de tantos. Ahora, quizá sea un buen momento para recordar lo esencial de la vida y alertar de los pecados del silencio. No hablo de la libertad de expresión que descubre coincidencias improbables pero no imposibles, sino del amor de una mujer y la memoria. A veces, conviene aclarar conceptos y sentimientos para no caer en la confusión que pudiera devenir en una ocasión perdida: el amor improbable pero no imposible. El deseo a veces ciega la razón hasta el punto de trazar una estrategia equivocada. En el amor, como en la guerra, dice el saber popular, todo vale. Aunque no sería conveniente conseguir el amor convirtiéndonos en aniquiladores de esperanzas ¿?

A mano amada, Ángel González.

A mano amada,
cuando la noche impone su costumbre de insomnio
y convierte
cada minuto en el aniversario
de todos los sucesos de una vida;

allí,
en la esquina más  negra del desamparo, donde
el nunca y el ayer trazan su cruz de sombras,

los recuerdos me asaltan.

Unos empuñan tu mirada verde,
                                                                   otros
apoyan en mi espalda
el alma blanca de un lejano sueño,
y con voz inaudible,
con implacables labios silenciosos,
¡el olvido o la vida!,
                                          me reclaman.
Reconozco los rostros.
                                                No hurto el cuerpo.
Cierro los ojos para ver
y siento
que me apuñalan fría,
justamente,
con ese hierro viejo:
                                            la memoria.

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