Hoy es otoño y es primavera. Que uno pudiera pensar que eso es imposible pero no, y lo es según se viva en Valencia como yo, o en Buenos Aires, como mi amiga Roxana. Hemisferio norte y hemisferio sur. O sea, que nada es imposible, y menos desde que los médicos se inventan enfermedades mentales para llegar a final de mes. Así que ojito con ellos. Que a qué viene esta estupidez... fácil, a que hoy, 23 septiembre, además de lo expuesto anteriormente, se cumplen 72 años de la muerte de Sigmund Freud, médico y neurólogo creador del psicoanálisis. Pero que no le demos vueltas, es simplemente una coincidencia en el tiempo. Sigmund Freud nació en Freiberg (Moravia), en el año 1856, después sus padres lo trasladaron a Viena, y allí se hizo mayor y provocó una revolución en todos los aspectos de la sociedad. Sigmund Freud ha coleccionado detractores a tutiplé, aunque su teoría esencial y toda su obra, ha servido para marcar un hito. Leer la obra completa de Sigmund Freud no es sencillo, me atrevería a decir imposible. Leerla, mejor releerla, analizarla y comprenderla, conllevaría años de estudio. Y para eso hay que tener una mente muy despierta y sin prejuicios, además de vocación masoquista. Confieso que yo lo he intentado, pero existe un rechazo, un choque en mi inconsciente irreflexivo hacia ella que lo impide porque los razonamientos de gran analista conllevan verdades inaceptables para una personalidad traumatizada emocionalmente como la mía. Encontrarse de frente ante ese universo donde se destapan las represiones, hiere la sensibilidad consciente -a veces narcisismo disfrazado de lagarterana-, o abre cicatrices mudas y episodios olvidados, es de por sí una experiencia negativa que puede herir el alma de la persona irreversiblemente. Yo, no estoy de acuerdo con sus teorías, quizá porque no he penetrado profundamente en su lenguaje psicoanalítico. Lo cierto es que tampoco me siento capaz de asimilarlo, razonar consciente para mí es imposible. En la actualidad, se podía decir que el psicoanálisis está desfasado, considerando que emite un camino concreto y razonado, además de comprometido, lo cual es la antitesis del ahora que cada cual va por libre, incluso consigo mismo. Para una personalidad ocupada como la mía le viene mejor la medicina que utiliza psicofármacos capaces de atenuar las enfermedades mentales, o de volar entre las nubes si por un aquel te pasaras. Considero que recurrir al psicoanálisis de diván y mucha cháchara es perder el tiempo, además de una ingerencia total en la intimidad de las personas que pudiera ser constitutiva de delito.
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