miércoles, 28 de septiembre de 2011

Oír, ver y callar

Ahora que hice pública la razón por la que escribo, ahora que sabéis un poco más de mí, haré otra confesión, que para eso tengo el ánimo hoy, para confesiones. Pues bien, diré que tengo un don (espacio para el asombro), puedo oír a través de cualquier cosa, muros de hormigón o así. Mi esposa dice que puedo estar más allá que acá, y me recomienda adelantar la cita con la psiquiatra o ver al cura del pueblo. Y como donde manda patrón no manda marinero... El cura, después de escucharme atentamente, me dijo que soy un fenómeno, que lo mió es de película muda, y que esos temas no los lleva él, que se lo comente a Pedro Almodóvar por si un aquel o que me ponga tapones en los oídos. Sin comentarios, sí, pero yo sigo oyendo a la gente hablar. Por ejemplo, ayer en el trabajo oí como una compañera decía en una sala distante dividida por una mampara que estaba como una cabra loca. Este comentario me recordó que tenía que adelantar la visita del psiquiatra. Y como fui sin avisar, era otra, la mía estaba de excursión con el INSERSO, pero me escuchó atentamente durante los diez minutos exactos mientras me recetaba unas pastillas azules. Al acompañarme a la puerta, me dijo que me curaría o no, que lo mío casi fijo no tenía arreglo (todos están hechos con el mismo patrón). El caso es que sigo oyendo a larga distancia y eso es un problema, porque no es agradable oír lo que dicen de uno cuando no está presente. Pero hay más, ahora, viniendo del bar de tomar café, oí que la gente por la calle murmuraba que me habían visto en la Puerta de Alcalá (mírala) hacerme una sesión fotográfica, y que iba a salir en la prensa especializada, porque era un escritor de talento que había escrito un libro de mucho mérito. Fue cuando me di cuenta que mi esposa tenía razón, que estoy más allá que acá. Y que no tengo un don, lo que tengo son paranoias. Por eso, después de sopesar sosegadamente el asunto he decidido disimular como si no pasara nada. Como todo el mundo cuando sabe que algo pasa pero a quién importa mientras no le pase a él. Como los monos de Gibraltar: Oír, ver y callar.

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