jueves, 15 de septiembre de 2011

La comedia cuando deja de serlo

Ocurrió esta semana. Lo vi en mi pueblo, me indigne pero seguí a lo mió, a rizar el rizo y ver el mundo girar desde mi atalaya, a silbar tangos y volver a volver como siempre. En el vestíbulo de La Casa de la Cultura, una dama ilusionada esperaba dar comienzo la función, se trataba de una comedia con atributos generosos. El personaje principal era un locuaz viejo que, libre de guión, lanzaba groserías a todo el mundo, y en particular a una dama ilusionada, desde una esquina del escenario  interactuando con un viejo ordenador. "Hay un mensaje oculto de estupidez en ese viejo pretendidamente gracioso tratando despectivamente a una dama", alguien comento. La observación captó mi atención. Cuando la estupidez arropa la cotidianidad, el problema, que lo es, es de todos, como su solución. La reflexión debería ser seriamente abordada por la sociedad en base al interés general. La comedia deja de ser comedia cuando se convierte en un drama que ha dejado tras de sí un rastro de sangre. Una dama ha sido vejada y debería llevarnos a la reflexión. Con este asunto he podido confirmar con horror los hechos, y sin duda alguna, de cómo es posible que aquí mismo, en mi pueblo, una comedia cuando deja de serlo se convierte en drama. ¿Qué puede hacer una dama para defenderse desde las puertas del silencio? Dice el refrán popular, "a los veinte años la mujer soltera pregunta: ¿Cómo es? A los treinta: ¿Qué es? Y a los cuarenta: ¿Dónde está? (Toda persona, tiene la responsabilidad primera de amar, luego de sobrevivir a las circunstancias, y debe hacer lo que corresponda para lograrlo).

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