La semana pasada empezó bien y a la mitad se torcieron las cosas y acabó de aquella manera. No es un tango tristón, es natural, a veces sí y a veces no, se asume la verdad sin digerirla: no merece la pena quedarse con medias semanas y sus días más traidores. Hay semanas enteras excelentes para vivir y escribir. Todo inspira en la vida, no solo el amor y sus ausencias. No es sacar miserias propias y ajenas a pasear, es la vida. Y la vida merece la pena escribirla, escribir enseña como un libro bueno e impide que los malos rollos asomen. Soy viejo y necesito tiempo. A quién ordena la vida le pido tiempo. Y a quién dirige los medios de comunicación por cuánto ganó mi equipo preferido ayer, no me interesa saber a quién ganará el próximo domingo. Todo a su tiempo. Vivir el presente antes que sea pasado. Me salva escribir mis días cuando los otros se tuercen y leer libros buenos. La literatura de la vida a la que estoy suscrito.
Escribo a vuelapluma y llego a la conclusión que soy un libro abierto. Mi mente se dedica por entero a crear o mentir si no es lo mismo. La creación literaria se debe tomar en serio, es la razón por la que de soslayo la recuerde cada día a su manera, y si algún descuido con los humildes en el corazón por más que duela. Solo una pega, lastimo la palabra y con ello la literatura: nunca aprenderé sino a vivir con ello. A eso aprendí. Pido disculpas a Cervantes y ruego me perdone.
De este lunes espero lo mejor, y del resto de la semana. Por mi parte haré lo que esté en mi mano: escribir y leer algún libro bueno y otro mejor. Necesito tiempo y orden: vivir el presente sin pasión de transeúnte. Se les quiere. Sean felices y no crean todo lo que les cuenten, a no ser que se lo cuente un escritor de talento. Lean un libro bueno.
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