domingo, 20 de septiembre de 2015

Existencia trivial.

Amable lectora: Con el corazón en la mano, me veo en la obligación de aclarar algo que a su edad debiera saber. No le niego que de jóvenes somos estupendos, pero de viejos damos pena. Y como poco sabemos más que nadie. De viejo digo (a usted también te gusta poner por delante la sabiduría que dan los años para justificar sus caprichos infantiles) que sé tanto o menos que usted. Pero una cosa sé de fijo, a las amigas se las elige y nos eligen. Luego se ganan cada día con pequeños detalles de afecto. Como la familia, ay, la familia. En principio las amigas son más porque pasan un exhaustivo proceso de selección. La familia, por aquello de la sangre, parece que algunas dan por hecho que tienen el camino andado y no. No, querida (disculpe por lo de querida, es una licencia literaria, no va más allá), las amigas tienen un apartado en el alma que las acoge, y la familia también si se lo ganan, sino una tirita por si en un descuido se cortan con el hielo que dejó el invierno al irse de soslayo por mi calle. Uy, perdone, amable lectora, fue un sin querer inocente. "Me dejas helada". Pues cuidado no se corte que hoy es domingo y la farmacia está cerrada.

Amable lectora: No existen los vínculos familiares, existe el amor desinteresado, la amistad que conlleva la fidelidad, la tolerancia, la complicidad, la comprensión, la protección, la lealtad, el compromiso o el silencio. Un brazo pegado a un hombre. Y en la distancia se los recuerda. No existen los familiares de sangre ni las amigas de la infancia. Usted para alguno, ya le digo, es un espejismo, y para la gente que la conoce un dolor de muelas.

Amable lectora: El amor no se compra, guarde su dinero para otros asuntos: Usted sabrá. El amor de los hijos vale más que todo su dinero. Lágrimas de cocodrilo, chantaje emocional, no cante sus miserias a gente de buena fe. Tengo ejemplos de vidas como la suya, no quiera saber como acabaron... Le invito a ser feliz con sus hijos y los hijos de sus hijos, esos enanos que son la alegría de la vida. El amor prescribe, téngase miedo. Su vida se desvanece en un tratado de existencia trivital.

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