jueves, 24 de septiembre de 2015

Cosa mala la envidia.

¿A quién madruga Dios le ayuda? Pues no, y no me venga con que usted es una santa de misa diaria y Dios la ayuda que no. No digo que hoy madrugué porque mentiría y eso es muy feo, simplemente no dormí: estuve de parranda toda la noche y qué estupendo. Alguien me lee y presiento cierto resentimiento, envidia de la peor porque uno está en plena forma física y química. Pues sí, me cambió el tratamiento y ahora solo estoy para la parranda y el tequila. "Dime si esta noche...", ay, la noche es joven. Y la envidia cosa mala.

La envidia en los años altos es el peor de los sentimientos para alguna (sin nombres, no quiero que se sepa), pues se clava en el alma o en el corazón o vaya usted a saber. No importa, yo he decidido no pasar de viejo y dedicar todas las noches a la parranda y sus días a dormirla. Ahora que he descubierto que Ian en algún recoveco del pueblo tiene padre y madre me dedicaré todas mis horas. Uno empieza siendo abuelo y acaba de primo. Primo ya lo era y regular, pero ser abuelo me está matando. La mente humana es inexpugnable, nadie sabe lo suficiente. Pero hay que llegar a viejo para darse cuenta de ello... Y tener un nieto para saber que los años pagan impuestos con neuronas y si no te sacudes la depresión eres hombre muerto. En la noche de ahora hay mujeres de buen ver con la edad de merecer un caballero como yo. Una amiga y su envidia me desbarata, no lleva que sea capaz de sacudir el mundo como un huracán cuando ya lo daba casi todo por perdido. Soy un galán a lo Julio Iglesias y deslumbro la noche como Shakira deslumbra el día. Cosa mala la envidia.

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