Mi esposa me acaba de regalar un
teléfono móvil con el que podré despertarte cada mañana. Es una
gracia de teléfono móvil. ¡Despierta dona!, te despertaré y me preguntarás ¿qué quieres hacer? Jugar
a no olvidarte, tan sencillo como eso, te responderé. Y nos iremos
juntos por el camino donde sale el sol...
Hay cenizas que lleva el viento
formando nubes de clausura en el cielo... Y tus ladridos silenciosos
que reunidos componen una nueva sinfonía cada mañana. Despedida de
un adiós. Alegraste mi vida de protestas con luces de esperanza.
Conquistaste mi corazón con tu idilio recogido. Huellas de tristezas
me cubren: despreciable la muerte. Hambriento de ti me queda tu
refugio desnudo y frío. Tu mirada cabizbaja y triste. Ay, dona,
cuánto te echo de menos... Me acuesto sin sueño y me levanto sin ti,
me falta tu calor, tu inspiración; hojas sin letras vacías de todo: ese papel, esas escrituras me someten a sus caprichos.
Muerta vives en mí, pero no te encuentro...
¡Joder, dona!, no eres culpable, ya lo sé, mi amor, pero me deshaces en el caos.
Como quiera que sea, Dona sigue viva y es lo que vale. ¿Por que no ves eso?
ResponderEliminarEs mi manera de sentir... Muchas gracias. Beso.
ResponderEliminarSalud.
Lo se, sigo escribiendo obviedades.
ResponderEliminarMe voy de soslayo, ayer como hoy no debí haber abierto los ojos.
Cuidate.
¿Y quién comentaría mis obviedades? Muchas gracias. Beso.
ResponderEliminarSalud.