A una amiga le pedí un favor...

A una amiga le pedí un favor... no era un favor para mí, yo no sabría que hacer con su favor. No es que quiera hacerme el importante, pero hasta ahí puedo contar. El caso es que mi amiga dejó de hablarme. De siempre, las buenas amigas dejan de serlo cuando les pides un favor.
  

¿Es lo que creo? En realidad no sé qué creer, así que dudo saber responder. Solo diré que me lee en silencio, y hasta ahí puedo contar. Hay otras cuestiones que le impiden responder, pero tal vez en de soslayo -pienso- y como anónima. Pudiera ser buena idea de tener la intención de contestarme: de soslayo no es de los que van por ahí contando las intimidades de otras... Amigo de sus amigas, también de las emociones, de la palabra escrita: de soslayo no es una decepción. No diré más.
 

Pienso, y en consecuencia actúo, o sea, cuando una puerta se cierra otra se abre, o una ventana: las puertas son más desconfiadas que las ventanas. Los ladrones siempre entran por las ventanas. Como de niño me escapaba por la ventana para jugar y de joven para cumplir una promesa de amor, ay. Hablo demasiado.
 

Pero de viejo no estoy ágil para saltar por las ventanas, ni para cambiar de amiga. Es la verdad -ni quiero-, aunque su comportamiento no tenga nombre. Eugenio me recomienda que me acerque hasta Valencia, que todo está en rebajas... Eugenio está clavado en Rajoy y la Ley de Dependencia y no atiende a otras razones. Estoy contando lo que no debo.

Yo no quiero una amiga de rebajas, la quiero original, la quiero a ella. Una amiga me aguarda en un rincón del alma por mucho que calle. No importa que hable o no, ni que escriba en de soslayo lo que a nadie importa. Yo también tengo su cariño en un rincón del alma. Y ahora sí que no diré más. (Disculpa si hoy me dio por sacar tu recuerdo a pasear. Siempre serás mi amiga del alma).