domingo, 3 de junio de 2012

¿Se rendirá el poeta?

Debiéramos evitar la amnesia a las virtudes del poeta y tener cuidado de sugestiones que son capaces de convertir a los humildes de corazón en marionetas de feria.
  
Una mente ofuscada que vive en las brumas del mar de sus pensamientos, busca entre las olas de sus especulaciones las razones por las que una sociedad se impone restricciones que trastornan el vivir apacible dando lugar a un desastre donde la incertidumbre y el miedo profanan la espiritualidad del ser. Una sobredosis de griteríos ensordece la razón y crea patrones de conducta peligrosos; paradigmas que provocan animadversión social. La violencia ha reemplazado la buena convivencia y hablar de la filosofía y sus tratados es como un canto efímero, aislado, que se lleva el viento hacia la reflexión sin ingenio. Vivimos momentos delicados impregnados con instintos de burlas. Difícil va a ser escapar a este genocidio de la abstracción.
 
Una mente ofuscada en la nebulosa del menoscabo, atorada en un resquicio del presente es incapaz de crear una ruta alternativa a este vivir de hoy en día. Una mente corroída por espejismos, por desvaríos cuyas consecuencias le ocupan todo su tiempo; horrores de una realidad que espanta.
    
El pensar del poeta es el hazmerreír de una sociedad enfermiza de carácter. Vicios de una sociedad que hace de la vulgaridad valores. El poeta piensa y se abstrae en el universo sin límites de su imaginación. ¿Se rendirá el poeta? El poeta no puede caer en el engaño, no puede importarle el desprecio de los manipulados por el oscurantismo. El poeta debe hacer caso a su poesía porque la tormenta pasa; los nubarrones grises se desvanecerán y los colores del arco iris seguirán perennes en el transcurrir de la vida, aunque solo sean vistos por un reducido número del saludo que no se olvida, de la cortesía, de la equidad, de la cordialidad, de la sinceridad, de la empatía, del respeto, del calor colindante que se transforma en sentimientos del alma.

Pensamiento dedicado a María Elena, amiga que ayer, con su bendita alegría, me hizo ver un atisbo de esperanza en una sociedad enferma de hipocresía. (Vencido pero sincero).

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