viernes, 15 de junio de 2012

Pasaba por ahí

Ante una ciudadanía acorralada por el desempleo pareciera que nos quedamos sin patria. Y por grande ella y pequeños nosotros, no somos capaces de darnos cuenta de nuestras debilidades. El desempleo es una tragedia en medio de la crisis. Empieza compartiendo su penuria con ayudas familiares y trabajo sumergido hasta que las ayudas se acaban y el trabajo sumergido se convierte, según van creciendo las necesidades, en explotación. Es una realidad que ha impregnado gran parte de la población de una desgracia desalentadora. El desempleo nos llegó hace tiempo y ahora no sabemos qué hacer con él. De repente somos gente que va por la vida desangrando su propia realidad. Somos un ejemplo desalentador que nos paraliza. ¿A quién podemos reclamar el valor necesario para reinventarnos? ¡La sangre era ayer, hoy tiene que haber otros métodos!. Mantenemos una actitud de inhibición colectiva y eso es lo más parecido al suicidio que existe. ¿Tendremos que acostumbrarnos a vivir esta realidad? ¿Tendremos que incorporar nuestra protección individual de salud a la psiquiatría para sobrevivir, algo que a veces puede resultar letal por anular nuestras capacidades? ¿Ley del Talión sin respetar las leyes, salvo las de una dama de piel morena y mirada seductora? Sin ser Aute, "pasaba por ahí" y el corazón se me estremeció. El mensaje que transmite la cola del paro intimidada de una impotencia que desgarra deja en evidencia las políticas de empleo, incluso cuestiona la capacidad de levantarnos ante la caída. ¿En qué momento, entre todos, decidimos confiar la única patria que somos a esta clase dirigente? El desempleo olvida y destruye relaciones, amor. Si el futuro de todo niño es la educación; si cada viejo es un naufrago y la sanidad su salvación; si todo ciudadano tiene derecho a un trabajo digno, ¿qué, politiqueros burócratas de la nada? Contra el Estado de Bienestar no. Contra eso no.

Una oposición con vocación de próximas elecciones y un gobierno que sigue muriendo de éxitos es la manera más corta de matar de desesperanza. Y que nadie sepa cómo se arregla esto... Lo menos romántico es que un bohemio escriba de una realidad que espanta. Asunto difícil de explicar, pero algo hay que hacer para superar el día en el que decidimos, como una sociedad sin juicio, someter a esta patria hasta el desamor. Podría seguir, pero ya amanece y los miedos están en los kioscos.

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