Lluvia de lágrimas que, indiferente e irresponsable, en más de una noche y mil de desvelos han surcado por las arrugas de mi piel como anticipo de esas tardes de café negro y versos de Benedetti frente a frente con miradas que invitaban a celebrar conocernos sin un océano de por medio, sin historias, sin poesía, tal que una amistad sincera que, inexorable, debería conducirnos a inventar otro mundo más humano y a vivir circunstancias que nos ayudaran a evitar que mueran las horas y se distraiga la tarde.
Lluvia de lágrimas frente a un mar en calma. Mar del Plata sería el lugar ideal para que Dios repartiera suerte y Afrodita besos, pero cuando las lágrimas vienen con encomiendas de ráfagas de lluvia, de tormenta como hoy aparecen por los surcos de mi piel. Esa lluvia de lágrimas solo hace que evidenciar la pobreza del alma desnudando sus miserias ante la propia realidad.
Lluvia de lágrimas, ya ves... pero sigamos. Esa lluvia que ahora derraman mis ojos no tiene más romanticismo que tu ausencia ni más abrazos que el llanto de alguien que solo es lo que valen sus palabras. Palabras de los olvidados por las caricias del amor; de aquellos que las palabras no son bendición sino amenaza. Palabras... solo palabras. Qué diabólicas pueden ser las palabras cuando no van acompañadas de la mano de Dios o del fulgor candente de unos ojos negro azabache y su mirada sencilla. A esta hora inconfesable solo quiero llorar bajo la lluvia. Porque hace frío y llueve, y yo, lluvia de lágrimas soy por tu ausencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario