Por sorpresa ayer recibí una llamada telefónica y hoy tengo que ir de urgencias a Valencia. La llamada me dejó estupefaciente. Es un asunto de fuerza mayor relacionado con mis quereres de grandeza política. Es un puro ideal repleto de esperanza.
Rafael Blasco se va. Hablan de sacrificio personal, de derechos y libertades, de garantía procesal, de tener tiempo para preparar su defensa. Hablan y dicen que su carrera política está acabada. Dicen que el caso del fraude en las ayudas a la cooperación abre el camino de una posible imputación. Las campanas que ayer pusieron nuevas en la iglesia de mi pueblo tocarán a réquiem por Blasco: ¡Valencianos y valencianas, Rafael Blasco a muerto! (se entiende políticamente, per l'amor de Déu).
En fin, si regreso como fui, en tren quiero decir, será señal que simplemente fui a comer con mi hija Kristel que se lo dije por si un aquel. Pero si regreso en coche oficial, además, que yo no voy a renunciar a comer con mi hija se ponga Fabra como se ponga, las cosas habrán cambiado en mi vida desde hoy.
Ha llegado el día de demostrar el patriotismo de puro ideal con un porciento de sangre por el pueblo. Enamorado de la lucha por las libertades y el trabajo bien hecho, ha llegado la hora de la verdad: la hora de apuntar a cimas más altas. Mi linaje humilde se acabó, de hoy en adelante seré una excelencia de la política de este país. Vivas a España y a su Himno saldrán de mis labios impulsados desde lo más profundo de mi corazón. Mi rebeldía, mi lucha obrera son asuntos de un pasado que nunca debió existir. ¡Pueblo Valenciano, país renacido, al fin el porvenir ha llegado!. (Ojalá mis descendientes me recuerden por un luminoso y glorioso pasado. Será mi legado).
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