sábado, 23 de junio de 2012

El silencio de mi aliento al volver

Dona, mi mascota está enferma, apenas come, pero aún tiene fuerzas para seguir meneando su cola acompasadamente cuando me acerco a ella, pero está enferma. Hace mucho calor y durante el día no sale de casa, solo con la fresca de la mañana sale, salimos los dos, ella y yo. Los dos salimos de casa a pasar. A su paso todo lo va oliendo, mientras yo la miro en medio de la fresca.
 
Nunca trajo problemas a casa; cuando era pequeña la atropelló un coche y como pudo se acercó a mí con la mirada rota ladrándole al coche. La llevé al veterinario, le sacó unas placas, unos calmantes y nada más. No tenía ningún hueso roto, nada. Y ni un problema más, solo alegrías. Si hiciera un esfuerzo (que no lo haré), diré que es una de las cuatro esquinas que tiene mi casa. De cuando en vez mi mente absurda me lleva y, perturbado, tengo que lidiar con voces arrogantes y prepotentes que me dicen, y ella nunca se separa de mí. Al regresar o despertar, siempre siento su lengua pegada a mi piel. No siempre mi esposa se entera cuando me voy, ella sí, ella siempre está pegada a mi lado sin nombrarla. Ella sabe de mí tanto como yo de ella, quizá sin saberlo todo uno del otro. Nos queremos y siempre estamos juntos, a pesar de que la quiera de día, y sin dejar de quererla, la engañe de noche. Al finalizar el día, me acompaña a mi habitación que es la suya, la de los tres, y aunque tiene su aseada cuna esperándola, antes de acostarse recorre su contorno acomodando su olor para hacer de la habitación su territorio y decirnos que en la noche oscura estamos seguros. Es un amor que se muere, es dona, es mi mascota. ¿Quién le ladrará a la luna cuando ella no esté, y a mí? Cuando ocurra no sé si tendré palabras para decirle lo mucho que la quiero, para decirle lo que encierra un verdadero adiós. Ya nada será igual. Con ella se apagará una parte de mi vida: otra vida mía que se irá. Siempre seré lo que he ganado con ella. Siempre seré un poco de ella: de sus ojos la mirada más triste, de su alegría mi sonrisa. El silencio de mi aliento al volver. Y también el minuto exacto de su muerte.

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