La literatura infantil para los tiempos de crisis que vivimos es más aconsejable que la literatura de mayores que le cuesta disimular la realidad de los hechos; siempre hay un desliz que la identifica con alguna pena y otras decepciones. La literatura infantil siempre lleva un mensaje esperanzador.
Cuenta la leyenda que un rey reunió a sus sabios informándoles que había ordenado al mejor orfebre hacerle un anillo de brillantes. Dentro del anillo, en un compartimiento secreto, quería guardar un mensaje que pudiera ayudarlo en momentos de desesperación y también para sus herederos. Tenía que ser un mensaje pequeño para que pudiera caber debajo del diamante que engarzaría los brillantes y dijera lo preciso para salir airoso de esos momentos de desesperación. A los sabios del reino la encomienda del rey les resultó imposible, todos fracasaron. Entonces, el rey recordó a un anciano erudito que había servido a su padre. Le mandó llamar y le preguntó si él sabría escribir el mensaje. "Conozco las escrituras y quizá tenga el mensaje que necesita, majestad". El anciano lo escribió en un papel, lo dobló, y se lo entregó al rey con instrucciones claras de no leerlo hasta que no se encontrara en una situación sin salida y estuviera desesperado.
Años después su reino fue invadido. El rey perdió sus dominios y tuvo que huir perseguido por sus enemigos para salvar su vida. Indefenso, llegó a un lugar donde el camino terminaba en un profundo precipicio: no había escapatoria. En ese momento recordó el anillo, abrió el compartimiento secreto y encontró el mensaje que simplemente decía: "Esto también pasará". De repente todo se silenció y sus perseguidores desaparecieron. El rey se sentía libre, además de profundamente agradecido del anciano sirviente.
El rey, con el tiempo reconquistó su reino, y en el esplendor de su reinado de nuevo apareció el anciano que le dijo: "Este momento de felicidad es igualmente adecuado, majestad, vuelva a leer el mensaje". "No, le respondió el rey. Ahora soy feliz, no estoy desesperado y no me encuentro en ninguna situación sin salida. A lo que el anciano respondió: "El mensaje también es para situaciones placenteras. No solo es para cuando eres el último, también es para cuando eres el primero". El rey bajó la cabeza y releyó el mensaje: "Esto también pasará", y de nuevo todo se silencio en medio de la muchedumbre que celebraba su regreso. El monarca finalmente comprendió el mensaje.
La moraleja se explica sola: nada es eterno. Hay momentos de tristeza y los hay de alegría. Que nada nos turbe y nos espante frente a situaciones fuera de nuestro control. La flexibilidad de miras es la visión inteligente. "Sabiduría para aceptar las cosas que no puedo cambiar". San Francisco de Asís.
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