Sin embargo, nada está perdido, todo es posible si sabemos abrazarnos a la incertidumbre con sabiduría a través de la fe. Porque si solo hubiera una verdad no habría esperanza, y menos creatividad. He ahí el quid de la cuestión.
Nos encontramos sumergidos en una parálisis progresiva que procede de la mala conducta de nuestra clase dirigente. Estamos jodidos por no fiscalizar a las entidades financieras. Incertidumbre de fututo. Más que gobernados estamos manipulados y sometidos a una sobrecarga de tensión que nos hace vulnerables. Alteración de las facultades mentales. Políticos que solo se miran el ombligo. La mediocridad de nuestra clase dirigente con enorme pobreza de conciencia culpable de nuestra incertidumbre de futuro. Si se quebrantan las reglas de juego la democracia está en peligro. Aquí nadie quiere que le apunten con el dedo; aquí nadie quiere ser responsable de nada. Aquí nadie quiere dimitir. Y lo peor, el pueblo se empeña en aceptar resignado la situación como irreversible aunque nos empujen al abismo. Aquí ya no hay consuelo. Y en eso estamos.
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