Tengo un amigo psiquiatra y él lo sabe. Es asturiano como yo. Qué curioso, nunca hablo de él, tal vez sea porque tengo su imagen pegada a una amena conversación en la terraza de un bar en una calle de Valencia y no quiero que mi mente absurda la manipule. Es amigo de abrazarnos una vez. Quizá la única manera que existe para ser amigos es darse un único abrazo. Tengo cinco amigos asturianos y solo conozco a uno y es psiquiatra, ¡ay que joderse!. De los cinco dos mujeres y tres hombres, o mejor: dos damas y tres caballeros, que los cinco son poesía para mí, amantes de la palabra escrita; de ahí nació nuestra amistad.
Sin ellos, la imaginación caería en la vagancia para mí. Sin ellos, las primeras horas del día serían verdaderas, de radio y prensa, quiero decir. Sin ellos, no podría acumular la fuerza necesaria para emprender el día satisfecho después de escribir una realidad diferente. Sin ellos, el pasado sería apenas un recuerdo enfermizo difamado por algunos. Sin ellos, y más sin ellas, creo que no sería lo mismo ver amanecer. Gracias. (Sin nombres para que quede entre nosotros).
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