Nunca pensé que te podía echar de menos porque nunca pensábamos igual. Ahora creo que tal vez más que pensar diferente era para llevarnos la contraria. Seguro la vida sería aburrida si los dos hubiéramos coincidido en nuestras opiniones.
Son muchos los años y aún te echo de menos. Y no te echo de menos por tu fidelidad que no sé, por tus ortodoxas premisas, ni por tu vehemente repudio a la hipocresía que siempre nos cegó. Te echo de menos desde que te dije a la cara que todo es posible si se desea con todas las fuerzas. Te echo de menos desde que tuve el valor de decirte que te quería, y, sobre todo, desde que me dijiste que había otra persona en tu vida.
No fue un camino de rosas para mí decirte que te quería, no. Nada de eso. Fue la impunidad de una confidencia que me obligó a decírtelo. "Que no nos separe la vida, y que se vaya al diablo la muerte". Pablo Neruda.
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