domingo, 24 de junio de 2012

Mis malos recuerdos de ahora y un deseo

Una amiga me habla de los tristes de corazón que por cobardía solo miran al futuro para convertirlo en pasado sin arriesgar impidiendo que los sentimientos del corazón obren a su antojo. Ella sabe y considera que la única manera de darle sentido a la vida es estar enamorado.
 
Quizá haya sido la muerte o la locura las que a mí me privaron de toda gratitud hacia el pasado. Yo también tuve un pasado, pero solo hasta que me enviaron a un lugar donde cultivando con esmero el sentido de la ubicación me enseñaron a mantenerme sobrio lavándome el cerebro hasta perder la conciencia. Después me instruyeron en el arte de la dependencia y el servilismo para despojarme de mi alma y manipularme. Al final me dieron una miserable doble personalidad y me dejaron abandonado en un camino frío y solitario orientándome hacia un lugar desconocido: allí fue donde me aferré a un presente sin pasado. Pero creo que aún me queda algo de esperanza después de tanto desánimo: estoy vivo.
 
Ayer, Noche de San Juan, fui a la playa: estaba plena de pequeñas hogueras y los jóvenes saltaban alegres al alrededor; se les veía felices. Ayer fue una noche hermosa para todos los que estábamos allí. Como ordena la tradición, anoté en un papel todos mis malos recuerdos de ahora y alguna figura estelar, y a las doce en punto de la noche lo tiré a la hoguera. Me quedé viendo cómo ardían: es algo que hay que vivir. Luego me acerqué a la mar y salté las siete olas y pedí un deseo. Igual que tenía claro lo que debía escribir en el papel, igual el deseo. Salud para todos y todas: el bien más preciado.
 
La memoria reconocida es ínfima en relación con aquello que vive dentro del que la conserva como parte de un pasado transfigurado en reclamo que enriquece o empobrece la vida misma. Todos tenemos en la mente un lugar estanco para los recuerdos. Yo también tengo habilitando un espacio en el cerebro para guardar mis recuerdos de ahora (solo los buenos), pero de viejo me he vuelto descuidado y he dejado entrar a personas indeseables en mi vida. Ayer el fuego dio buena cuenta de ellas y de sus miserias. Hoy, vuelvo a tener solo buenos recuerdos y objetos de valor, también fragmentos de verdades irrefutables. Y los tengo en mi mente impolutos alejados de mis juguetonas seis neuronas.

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