Alcahuete.

A mí me sobraba una pelota o imaginar que alcanzaba la cima de la montaña más alta o zambullirme en el río... Y sin embargo, ahora, y hablo de Ian, todo es poco. Lo que abarca mi mirada se lo daría para sus caprichos. Le daría lo que no tengo como si no supiera que eso le haría daño. Es obsesión la de un abuelo por su nieto. Un abuelo no educa. De ahí que Patricia me tenga amenazado... Es verdad, lo negaría ante un tribunal de justicia como un vulgar político, pero es verdad. Más bien le haría con devolverlo a mis años de necesidad acompañados de creatividad. O potenciábamos la imaginación o de cara a la pared. Se trataba de subsistir en un mundo de carencias. La ropa hasta que no estuviera deshilachada... y venía de los hermanos mayores. Yo nunca estrené unos pantalones, una camisa, unos zapatos o no lo recuerdo... En el colegio había niños que comían rico todos los días, incluso uno llevaba chocolate de almendras... Nunca me quejé, y menos ahora que puedo comparar... Ya comparé con mis hijas, pero ahora vuelvo al tema... Mejor tener la capacidad de decidir, decidir bien y tener la suerte de cara. Claro que no es bueno dar a los nietos todo lo que nosotros no tuvimos, digo nietos y digo hijos o quiénes dependan de nuestra educación. La alegría, la emoción que se acerca al espíritu, la piel que te acaricia no se compra. El amor. Te quiero, Ian, pero no se lo digas a tu madre que todo lo mío es malcriarte. (Como si a ella no le dijera todos los días que la quiero).