miércoles, 17 de junio de 2015

¿Digamé...?

Ella iba y yo ya venía. Y como siempre iba con su teléfono móvil tecleando sin pausa (ni ortografía). Al verla -ella a mí no me vio porque es imposible ver a nadie si vas pegado a un teléfono móvil en cuerpo y alma-, di la vuelta y me puse de espaldas y me arroyó: el susto fue grande, pero el golpe del teléfono móvil que se le fue de las manos y se estrelló contra el suelo fue mayor. -¡Dios mío!. ¡Uy, eres tú¡. ¿Qué haces ahí parado como un pasmarote? ¡Estúpido!. 

Como soy un caballero le pedí disculpas. Pero me siguió insultando. Recogió su teléfono móvil y se fue. Los tiempos van a peor y yo no puedo ser menos: ¡Ojalá se haya roto el teléfono móvil y aún le queden cinco años de permanencia en su compañía telefónica digamé... ¿Digamé...? ¡Qué digamé, diga!. ¿Diga? (Apuesto a que nadie va a contestar).

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