Una amiga dice sentirse orgullosa de ser mi amigo porque soy una persona muy importante. Tiene razón, pero más me gustaría que fuera por mi estupendo carácter y el beso que le doy de buenas madrugadas. Pero mi amiga solo tiene un problema, siempre se lo digo y no hay manera que se corrija, es mujer. Incomprensiblemente somos amigos.
Yo creo que me ve cada día con diferente mirada y sus ojos son honestos, porque soy muy triste: si un día por falta de pago u otro inapelable inconveniente de actualidad me embargaran el teclado que me escribe, ay. Así de simple. Quien me mira cada día con diferente mirada es mi amiga.
Hasta ayer era lo que pensaba, por su diferente mirada, pero hoy ya no. De vuelta a casa (mi esposa quedó para cenar con sus amigas; las amigas de mi esposa son estupendas, pero sus esposos deberían quedar en casa con sus nietos, no sé qué pintan a altas horas de la noche cogiendo frío y cantando miserias... Hablo de lo importante que soy (razón que me obliga a escribir, también para que su dios le conserve a mi amiga la mirada por muchos lustros), recordé que a mí las camisas me las regala Kristel que trabaja en la misma trapería que le regala (o regalaba) los famosos trajes a Francisco Camps. Y si él es importante yo más, porque Kristel es mi hija y a él vaya usted a saber quién de la trapería le regalaba lor trajes: en el juicio no se aclaró quién ni por qué. Para bien amaneció el día, con ganas de un verano feliz. Buenos logros y mejores amores. Sean felices.
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