Es sábado y sé que me tengo que poner en lo peor. La tristeza me obliga a escribir en la antesala de la primavera para decir que hay esperanza si llegamos a mañana... Pero no sé, porque ella aún no sabe que no existe.
Ayer, en el patio del colegio, la alegría atropellada de los niños y niñas celebrando el fin de curso auguraba un verano feliz. Pero no solo los políticos mueren de éxito, también las personas. Y si las personas se meten a políticos... -¿Sabes que te quiero, verdad? -Claro, cariño. ¿Estás bien? -Muy bien. -Recuerda que puedes contar conmigo. -Claro, hablamos mañana. Y mañana es hoy, sábado, y es cuando uno se pone en lo peor porque todos los sábados son tristes de morir. (No vengas, prefiero esperarte).
Exponemos nuestras fortalezas y llevamos la ignorancia como si fuera sabiduría con entusiasmo. Somos estupendos y no se lo ocultamos a nadie. Sin embargo, no pasaríamos el control de calidad en una tienda "todo a cien". Ignorantes de la realidad, insistimos en culpar a la vecindad de nuestros errores... los errores si alcanzan la categoría de horrores se pagan caro. Y con intereses usureros. (Ayer era el día, hoy no).
Y entonces, una mano amistosa salió del alcance de su mirada. (No descansarás hasta que eso ocurra). Y entonces...
Hoy, sábado, a las puertas de la primavera en el año del Señor de dos mil quince.
No hay comentarios:
Publicar un comentario