Deten tu caminar y mírate al espejo. ¡Para la marcha!.
¿No te das cuenta que tus sentimientos no se registran?
¿Acaso no sabes que nunca supo la verdad?
Jamás imaginó una realidad tan de cuesta arriba.
Ahora no es sino un cadáver, una muerta encima de sus propios excrementos.
Y lo siente tanto... Y lo lamenta tanto... ¡Qué gran pena!.
No te juzgo, aunque te imagino jodida. Sé que has sufrido, que difícil será el olvido, pero todos somos responsables de nuestros actos: Alimentaste con su sangre el agridulce sabor de la vida. Succionaste hasta la saciedad su poesía.
¿Te reconoces ante el espejo? ¿No reconoces esa imagen maltrecha, esa hambruna, esos ojos y su mirada triste de morir? Tú culpable. Pero no te juzgo. Si tu espejo no está empañado, ojalá llegue a ti esa verdad que hoy se levantó predispuesta a hacer justicia. No más mentir, no más silencio, no más caminar descalza por la playa. Ya te imagino en tu emoción con un cuchillo en la mano esperando tu próxima víctima. (Solo apreciamos el agua cuando tenemos sed).
Un amigo economista, dado recordar a Groucho Marx en sus análisis financieros que no entiendo dice: "Claro que lo entiendo. Incluso un niño de cinco años podría entenderlo. ¡Que me traigan un niño de cinco años!".
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